lunes, 1 de junio de 2009

OCTAVIO PAZ Y NATHANIEL HAWTHORNE:FUSION DE BELLEZA.

Rincón de un jardín de Braga (Portugal)

Maravillosa la escritura de Octavio Paz. Toca el fondo del alma con las palabras, que cobran con su ayuda un sentido profundo y esotérico. En el fragmento que os acompaño, hace viajar a la noche de los tiempos que todos arrastramos dentro, al fondo de nuestra memoria perdida pero intuida, en busca de respuesta a los grandes interrogantes de la vida. Remueve la enigmática existencia y la llena de aromas, sutiles contraluces y magia. Espero que disfrutéis como yo de esta joya, una pequeña parte del texto en prosa "La hija de Rappaccini", una adaptación teatral de un conocido relato de Nathaniel Hawthorne, que Octavio Paz llena de belleza. Yo lo saboreo una y otra vez sin cansarme, como cuando camino por jardines encantados y sugerentes, que se diluyen misteriosos entre las sombras y el frescor...

PROLOGO Y FRAGMENTO DEL TEXTO "LA HIJA DE RAPPACCINI". Octavio Paz.

"(El jardín del Doctor Rappaccini y , en un extremo, una parte de una vieja construcción en donde se encuentra la habitación de Juan. La escena estará dispuesta de tal modo que los espectadores vean el interior de la habitación: alta y estrecha, con un gran espejo cubierto de polvo, atmósfera desolada; un balcón –provisto de un deteriorado cortinaje- se abre sobre el jardín. En el centro se levanta un árbol fantástico. Al alzarse el telón, la escena permanecerá a obscuras, excepto en el espacio que ocupe el MENSAJERO, personaje hermafrodita vestido como las figuras del Tarot, pero sin copiar a ninguna en particular.)

El mensajero.- Mi nombre no importa. Ni mi origen. En realidad no tengo nombre, ni sexo, ni edad, ni tierra. Hombre o mujer; niño o viejo; ayer o mañana; norte o sur; los dos géneros, los tres tiempos, las cuatro edades y los cuatro puntos cardinales convergen en mí y en mí se disuelven. Mi alma es transparente: si os asomáis a ella, os hundiréis en una claridad fría y vertiginosa; y en su fondo no encontraréis nada que sea mío. Nada, excepto la imagen de vuestro deseo, que hasta entonces ignorabais. Soy el lugar del encuentro, en mí desembocan todos los caminos. ¡ Espacio, puro espacio, nulo y vacío! Estoy aquí, pero también estoy allá; todo es aquí, todo es allá. Estoy en cualquier punto eléctrico del espacio y en cualquier fragmento imantado del tiempo: ayer es hoy; mañana, hoy; todo lo que fue, todo lo que será, está siendo ahora mismo, aquí en la tierra o allá, en la estrella. El encuentro: dos miradas que se cruzan hasta no ser un punto incandescente, dos voluntades que se enlazan y forman un nudo de llamas.

Uniones y separaciones: almas que se juntan y son una constelación que canta por una fracción de segundo en el centro del tiempo, mundos que se dispersan como los granos de la granada que se desgrana en la hierba. (Saca una carta Tarot.) Y he aquí al centro de la danza, a la estrella fija: la reina nocturna, la dama infernal, la señora que rige el crecimiento de las plantas, el ritmo de la marea y los movimientos del cielo; la cazadora lunar, la pastora de los muertos en los valles subterráneos; la madre de las cosechas y los manantiales, que duerme la mitad del año y luego despierta ataviada de pulseras de agua, alternativamente dorada y obscura, en la mano derecha la espiga solar de la resurrección. (Saca dos cartas.) Y he aquí a sus enemigos: el rey de este mundo, sentado en su trono de estiércol y dinero, el libro de las leyes y el código de la moral sobre las rodillas temblorosas, el látigo al alcance de la mano –el rey justiciero y virtuoso, que da al César lo que es del César y niega al Espíritu lo que es del Espíritu; y frente a él, el Ermitaño: adorador del triángulo y la esfera, docto en la escritura caldea e ignorante del lenguaje de la sangre, perdido en su laberinto de silogismos, prisionero de sí mismo. (Saca otra carta.) Y he aquí al juglar, al adolescente; dormía, la cabeza reclinada sobre su propia infancia, pero ha oído el canto nocturno de la dama y ha despertado; guiado por ese canto, marcha sobre el abismo con los ojos cerrados, balanceándose sobre la cuerda floja; marcha con seguridad y sus pasos lo conducen hacía mí que no existo, en busca de su sueño; si desfallece, se despeñará. Y aquí está la última carta: los Amantes. Son dos figuras, una del color del día, otra color de noche. Son dos caminos. El amor es elección: ¿la muerte o la vida? (EL MENSAJERO se retira.)"

ÓPERA PARA ACOMPAÑAR AL TEXTO SOBRE EL JARDÍN DE RAPPACCINI. FARINELLI IL CASTRATO: LASCIA CHIO PIANGA.