viernes, 22 de octubre de 2010

Otoño en Madrid, el placer de la madurez






Nací en primavera, y con los nuevos brotes y las flores tempranas se renueva mi alma cada año.. Pero ahora, también el otoño me devuelve la energía; sus colores, su paz, su silencio, la serenidad del bosque maduro -que se desnuda sin pudor y sin miedo, seguro de un nuevo renacer, desprendiéndose de sus bellas hojas en la seguridad de que volverá la primavera-, me asegura que yo también repetiré los ciclos sin fin. Ello, me ayuda en mi propia madurez a comprender que todo es efímero a la vez que eterno, que todo acaba para empezar de nuevo, que las puertas se cierran para permitir que otras se abran, que hay que dejar espacio para las nuevas cosas, las nuevas personas, los nuevos viajes, las nuevas experiencias,que todo se estrena sin remedio, que todo muere para nacer de nuevo una y otra vez... Y así, despido y saludo los cambios inevitables de la vida, comprendiendo al fin que nada se posee para siempre, que nada se retiene, que nada permanece, que todo fluye y se transforma, que nada detendrá el cambio constante y de todo que ordena la existencia.



<


Vídeo Musical, bellísima voz de Ginamaria Hidalgo