se encuentra en el Real Jardín Botánico de Madrid, escondido como tesoro marino en el fondo del casco histórico de la ciudad, ajeno al bullicio y la locura de los hombres. Por sus callejones de flores, como ocurre en los laberintos de la barrera de coral, discurren -pero fuera del agua, la vida diversa, ingrávida y fascinante; los colores imposibles y las formas caprichosas; la misma respiración cadente y silenciosa; los sonidos propios y apacibles, casi un susurro
Marta Menoyo Urquiza
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